30 julio 2006

El encargado


Cada mañana una legión de porteros riegan con esmero su parte de la acera, luego sacaran lustre al latón del buzón y del portero automático y , mas tarde, sacaran la enceradora para abrillantar el suelo de la entrada. El encargado del edificio es imprescindible en la vida de los habitantes de los barrios de clase media en adelante, porque de él depende el buen funcionamiento del día a día del "consorcio", que es como llaman a la comunidad de propietarios.

Ejerce tambien funciones de vigilancia y esta atento, siempre que ocurra en su sagrado horario de trabajo, a todas las vicisitudes que puedan acontecer en cualquier jornada desde el lunes hasta el sábado al mediodía.

Vestido con su uniforme beige, reparte el correo, atiende a los repartidores del supermercado, saca la basura cada noche, enciende la calefaccion central a las seis de la mañana y deja pasar a la gente siempre que desde arriba se haya dado el visto bueno a traves del portero eléctrico, pues se es muy escrupuloso con una de las paranoias u obsesiones porteñas: la seguridad.

Algunos pueden hasta colgarle un cuadro a un vecino, hacer un arreglo de fontaneria y cualquier emergencia sera resuelta con rapidez con tal de que todo funcione perfectamente. Su sueldo es el triple del salario mínimo y creo que la mayoria de los que pagan estan satisfechos con su servicio. Además, están protegidos por un sólido sindicato que protege sus intereses a capa y espada.

Los gastos de comunidad (las aquí llamadas "expensas") incluyen generalmente el sueldo del portero, las reparaciones, la fumigación, el agua caliente, la calefacción, la mensualidad del administrador, el mantenimiento de los ascensores y el seguro del edificio. Es caro pero se paga con gusto, aunque a veces parezca que alguien se queda con parte del botín.

Es uno de los lujos urbanos que permanecen intactos en estas latitudes si pensamos como estan las cosas en las capitales españolas. El porteño de barrio de clase media-alta es y se siente, generalizando claro esta, una especie de señorito; no carga con la compra del supermercado, encuentra sin falta el periodico bajo la puerta cada día, no saca la basura a la calle y otras muchas comodidades que hacen de Buenos Aires una metrópoli muy cómoda y habitable pese al ruido infernal de los viejos y caóticos autobuses de línea, los cuales merecen otras líneas, otro domingo.

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El otro Buenos Aires

Se dice por aquí que se esta saliendo del infierno tras la arrasadora crisis de hace cuatro años, sin embargo algo parecido al infierno se ve cada día. Por un lado, los periódicos publican día si, día no, alguna cifra macroeconómica que muestra el desconcertante crecimiento económico del país, pero no hay vecino que pueda evitar pensar, aunque sea por un momento, en la terrible desigualdad social que golpea la dignidad del país a cada paso, por las calles y transportes públicos de la ciudad.

Como casi cada día en el metro volvi a ser testigo por enesima vez del cotidiano e implacable golpe con la pura realidad de miles de argentinos: la pobreza. Allí, en el vagón, un hombre coloca en los muslos de los que están sentados su mercancia, un puzzle de 36 piezas por un peso, en la siguiente estación entra una niña de nueve años tocando el acordeón, después un hombre sin una pierna vende tijeras a dos pesos y por ultimo otro señor reparte un mapa del metro con calendario y con un sello estampado. Al cabo de un rato van recogiendo su objeto, siempre hay alguien que lo compra. En los trenes de cercanías y autobuses de línea pasa lo mismo.

Guitarra en mano, agarrados a la barra como pueden pues es muy difícil mantener el equilibrio en un autobús porteño, he oído canciones de Sabina (un ídolo más aquí), canciones populares, tangos y música andina. Siempre hay alguien que aplaude. También he visto como ofrecían pañuelos, lápices y bolis, alfajores, barritas de cereales, calcomanías, perchas, sacacorchos, mapas y muchas mas cosas. En cada manzana hay siempre algun vendedor ambulante que vende algo: flores, ropa interior, fundas para móviles, plumeros, trapos de cocina, fruta y verdura, café con leche, artesanías de toda clase, juguetitos, enchufes, etc...

Al caer la tarde un tren especial trae a la ciudad hombres, mujeres y niños arrastrando grandes carros. Se dedican a abrir las bolsas de basura y llevarse el cartón y otros envases que luego venden en un negocio muy establecido. Son los cartoneros o cirujas.

Se habla de como solucionarlo y es difícil pues aun existe cierta comprensión por los marginados de la recuperación. Surgieron a partir del colapso económico que comenzó una Navidad, cuando la gente bajaba comida a la calle y colas de gente desesperada pedían ayuda y no sabía a quien hacerlo.

El contraste con el "otro" Buenos Aires es siempre excesivo.

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23 julio 2006

Edificios

Al llegar a Buenos Aires es dificil permanecer impasible ante la belleza y suntuosidad de los edificios y las entradas. Tanto los edificios oficiales, industriales como las vivendas poseen una calidad estetica que uno, no se porque, no imagina tan lejos de Europa con tal profusion. El esplendor que comenzó a finales del Siglo XIX y alcanzo su cenit en las primeras cuatro decadas del Siglo XX desparramó por todos los barrios de la ciudad una arquitectura imitada de los mas bellos estilos que importaron del idolatrado viejo continente.

El estilo colonial, neoclasico, art noveau, art deco, racionalista, francés, modernista se pueden encontrar mezclados en una misma calle sin sobresaltar mas que el asombro y dando un estilo propio a la ciudad. Si no fuese por el irregular estado de las aceras uno podría caminar mirando hacia arriba sin cerrar la boca.

En los barrios mas antiguos se observan fachadas de estilo colonial que luchan en originalidad y belleza asi como en necesidad de rehabilitacion, sin embargo es posible dar un respiro y observar lo genuino de la historia de la ciudad y darse cuenta con cierta sorpresa de que la modernizacion, limpieza y la obsesion por la rehabilitacion en España eliminan de un plumazo matices de la historia y el encanto de lo viejo que buscamos cuando nos convertimos en turistas.

En la franja norte de la ciudad se extienden los barrios más elegantes de la clase media y alta en general. Se concentran en los distritos de Retiro, Recoleta, Barrio Norte, Palermo y Belgrano y juntos es como toda Palma. En su mayoria, las calles arboladas adornan lo que realmente entusiasma al español de visita: las entradas y fachadas de los edificios de viviendas. Parecen pugnar por ser la mas elegante y cuidada y dan fe de la cualidad porteña de mimar la apariencia y calidad de sus edificios y casas. Es realmente difícil toparse con una edificio que distorsione, todo comulga de manera armónica y también resulta curioso observar que los edificios están firmados por los aquí, muy respetados arquitectos.

También abundan las casas de dos plantas y barrios enteros carecen de alturas convirtiéndolos en tranquilos y luminosos que junto a parques y frondosas arboledas convocan al olvido de creer que uno vive en la urbe.

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20 julio 2006

El clima


Si hay por ahí algún fabricante de teorías que relacionen el clima con la forma de ser de una sociedad, encontrarían en los argentinos un ejemplo deslumbrante y clarificador. Las contradicciones y recurrentes paradojas económicas, políticas y sociales que día a día son comentadas por la gente, periodistas y amantes del análisis, podrían ser entendidas de forma mas original si se entiende de meteorología o se vive por estos lugares.

A la argentina expresión "es de locos", usada cuando tratan de explicarse lo incomprensible, se pueden tranquilamente añadir los constantes cambios meteorológicos. Para alguien llegado del uniforme y predecible clima mediterráneo de Mallorca, se sorprende sin descanso del clima en Buenos Aires y alrededores.

A nadie se le ocurre aquí salir de casa sin mirar antes la temperatura y sensación térmica por la tele (siempre esta sobre impresa en la pantalla), Internet o la radio. Decenas de veces hemos vuelto a casa a dejar o buscar ropa de abrigo. Todo por no acordarse de mirarlo. No basta con sacar la mano por la ventana.

En invierno y en verano, y sobre todo en primavera y otoño los cambios a veces son tan intensos que pareciera alguien desde arriba esta jugando con los pobres porteños. Una vez entramos en un restaurante con 26 grados y al salir el termómetro marcaba 14. No es ninguna broma y aunque esa vez fue inolvidable, ocurre con suficiente frecuencia como para no dejarlo en mera anécdota. Aqui parecen acostumbrados pero el extranjero del norte no lo puede creer.

Las lluvias acá son lluvias raras y extremas, por un lado caen literalmente cubos de agua que mojan los huesos y después hay otro tipo de precipitación que es insólita para nosotros, cae agua como pulverizada lentamente sin que moleste a nadie, pero lluvia finalmente. Los días soleados mayormente son cristalinos y deslumbrantes, parece otra luz y el cielo tiene un azul muy intenso.

Como todo en Argentina ocurre de manera desmesurada, hace unas semanas el plomizo cielo regalo a la ciudad una granizada que aparte de asustar a mucha gente dejo abolladas las chapas de miles y miles de coches además de causar innumerables destrozos. Eran como pelotas de ping-pong hechas con hielo. Podría haber pasado en la desierta Pampa pero cayo en la urbe a las cuatro de la tarde de un día laborable. La prensa se apresuró a buscar culpables de manera inmediata pues es una afición muy argentina, pero esta vez no funcionó. Por suerte el Servicio Meteorológico Nacional había avisado de las granizadas horas antes. Fue un acontecimiento espectacular.

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16 julio 2006

El asadito


En una sociedad machista como la argentina, "el asadito" es en cierto modo el reducto del hombre a la hora de dar de comer a los suyos y amigos. Pocas mujeres se atreven a romper con la mas arraigada tradición gastronómica en la Argentina y son las que hacen las ensaladas y traen las tortas (tartas).

El rito comienza con la elección de la carne. Luego la perfumada leña del quebracho o algarrobo aporta lo demás pues creo es una de las claves de su éxito ya que solo el humo anuncia el sabor. Se descubre mas tarde que la carne "bien hecha" es excelente. Hay que saber que la relacion es una cabeza de ganado por hectarea de pasto.

La parrilla tiene una manivela para subir y bajar las varillas ligeramente inclinadas en forma de V por donde se escurre la grasa al lugar indicado en lugar de caer sobre las ascuas. En un lado se quema la leña y se fabrican las ascuas que se van colocando debajo de la parrilla. Una buena combinación de altura, tiempo y cantidad de carbón además de mucha experiencia son las claves del aplauso final, pues así se festeja cuando el asador ha hecho bien su trabajo.

La carne es de todas partes del animal y lo sorprendente es que su extraordinario sabor va cambiando de matices según la parte elegida. La mas distinguida son las mollejas (amígdalas) pues cuando están bien hechas es lo que triunfa junto con un lomito asado lentamente y ligeramente ahumado sin perder la textura jugosa y ternura. Son excelentes el bife, el vacio o la entraña pero requieren ser de calidad y bien asados. Aunque hay que decir que la estrella por su popularidad, apariencia y precio es la tira de asado que no es mas que las costillas cortadas a través.

El hombre no se separa de la parrilla, va cortando y sirviendo a medida que va saliendo pues cada pieza tiene su tiempo y no se sienta en la mesa hasta que esta todo servido. Nadie le espera. Es su manera de agasajar, un rito social hermoso y sobre todo generoso, pues cada invitado tiene a su disposición un kilo o más de carne ya que nunca puede faltar carne. Siempre sobra. Los estómagos se encargan de recordar durante horas lo "lindo que la pasaron".

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09 julio 2006

¿A dónde vamos?

En el parabrisas trasero de un viejo taxi porteño reza la siguiente queja: "Con gastos dolarizados y tarifas en pesos. ¿A donde vamos?". Es una reclamación propia y justa de muchos gremios que no pueden encontrar suministros en la industria argentina. Todo debido a la tristemente famosa devaluación del 2002.

Cualquier mallorquín, de turismo por el país, se da cuenta de manera inmediata de los beneficios que supone para el turista la visita. Un tipo de cambio rompedor permite sobre todo comer en los mejores restaurantes y viajar en taxi sin mirar el bolsillo en una capital que ofrece todo.

Sin embargo en Buenos Aires y en el interior la historia es muy diferente pues los billetes de avión, el acceso a los Parques Nacionales, los famosos hoteles con encanto se mantienen al margen con precios para extranjeros. Por fortuna hay otros muchos hoteles divinos en lugares incomparables que se pueden encontrar a precios "argentinos" aunque no sea fácil. En casi todos el trato es insuperable en calor humano y suple, junto con el encanto de la decoración, estilo y paraje, de manera holgada la escasez de normales comodidades al estilo europeo.

Uno puede tentarse a creer que ambas formas de explotación turística, la de Baleares y la de Argentina tienen mucho que enseñarse pues ambas poseen lo que otra carece. Para disfrutarlo, el extranjero ha tenido que atravesar medio país en avión, recorrer a veces cientos de kilómetros, con cierta frecuencia en carreteras sin asfaltar, y sorprende entonces llegar a la aislada posada con el coche lleno de polvo y disfrutar de un caluroso recibimiento propio de otros tiempos en el país de origen y todo debido a la natural, asombrosa e informal amabilidad del argentino en general, sobre todo si es del interior.

Pero hay que tener mucho cuidado con no toparse con la otra hostelería cuya bella decoración rústica, paraje soñado, servicio y comida son, imagino, lo esperado. Allí, el astuto propietario con una sola noche de ocupación paga el sueldo mensual de una chica de la limpieza y por eso deberían poner en la entrada la siguiente leyenda: "Con gastos pesificados y tarifas en dólares, vamos bien!". Son las dos argentinas a dos precios de la nueva e importante ya, industria turística argentina. Lo increíble es que no saben si lamentarse de ser tan baratos u orgullosos de ser visitados.

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02 julio 2006

Vamos Argentina!


Cada vez que juega Argentina en el Mundial la ciudad asume el papel de altavoz de las emociones patrias y es sobrecogedor hasta para uno al que el fútbol dejo de emocionarle hace décadas. Las banderas que se sacaron para los días patrios de mayo se quedaron esperando en los balcones y coches a la selección nacional en una suerte de confuso patriotismo donde es lo mismo un gol que la historia.

No hay escaparate que no este decorado con los colores azul celeste y blanco como si fuese la otra Navidad. Puestos de venta ambulante en casi cada esquina desparraman camisetas, bocinas, bufandas, sudaderas, gorros de todo tipo y todo con los mismos colores albicelestes. Una hora antes del partido los taxis dejan de recoger a la gente, la gente camina o conduce rápido con el único fin de llegar a tiempo, se comienza a respirar que algo esta mutando en la ciudad, se huele con claridad que algo importante esta a punto de ocurrir. Si fuese el fin del mundo lo que se ve se parecería bastante. Es una locura colectiva contagiosa, desmesurada y muy divertida.

Una vez a comenzado el partido el país se paraliza. Por las avenidas donde a esa hora suelen pasar miles de ruidosos vehículos, de pronto se calma y convierten un miércoles en domingo, se cierran persianas de muchos comercios, en los bares no hay mesas libres, los niños paran las clases y se ve el partido en el colegio, se apuran las compras de refrescos en los quioscos. Mientras juegan, nadie llama a nadie. El teléfono no suena.

Si se abren las ventanas pese a que es invierno, los gritos de gol atraviesan los patios y calles. Cuando finalmente pudo ganar ante Méjico un rugido estremecedor anunciaba lo impresionante que estaba por venir y bajamos a la calle a verlo. Arriba en un ático alguien en la oscuridad mecía una bandera gigante como poseído por el diablo, todos los coches pitaban, un autobús de línea lleno de gente se balanceaba por los saltos de los pasajeros, fuegos artificiales, banderas, papelitos cortados caían del cielo, grupos de gente cantando como borrachos se dirigen al centro de las celebraciones, el Obelisco. Y es solo una esquina de las cientos que hay en Buenos Aires.

Cuando se lean estas líneas y ha ganado a Alemania todo lo escrito quedara como una anécdota sin importancia. Si gana el mundial habrá que volver a escribir. Sin duda.

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