26 agosto 2007

Chistes de gallegos

En la serie de televisión que se emitió en un canal de televisión español y argentino hace tiempo, titulada "Vientos de agua", hay suficiente numero de escenas para llenar cubos de lagrimas argentinas. Era la historia real de los abuelos y padres de muchos. Y eso aquí tiene su peso. En eso se observa la necesidad de identidad colectiva que aúne tanto pasado desarraigo. Seguramente es una de las razones de tanta desorganización estructural que hace de Argentina un país singular en tantas cosas.

En una de las secuencias, un ya curtido hombre argentino, le dice al recién llegado personaje encarnado por Ernesto Alterio. "Avivate gallego, tenés que ir más ligero!...". En realidad el personaje es un asturiano recien desembarcado, pero para el caso es lo mismo pues gallego es español, ya sea de La Horcajada, en Ávila o La Coruña, Galicia. Curiosamente, parecen mantenerse al margen catalanes y vascos pues son nombrados tal cual. La cuestión es que el español poco ilustrado y sin muchas ambiciones que nutrió la marea inmigratoria del siglo pasado es sin más, gallego. Y como nosotros hacemos con los pobres Leperos, los porteños cargan risas sobre los españoles cejijuntos, bajitos que solo dicen hombre! Coño! y otras expresiones ibéricas. Tuve oportunidad de ver a unos de los genuinos (pues se les distingue) en la cola de un banco esperando cobrar su , esta vez sí, valiosa pensión española en euros.

Chistes de este porte son ejemplos ilustrativos:

Oye ¿sabes cómo se llaman los habitantes de San Francisco?
- Hombre, pues todos no...

Suena el teléfono en la casa de Manolo:
Manolo, te llamo por la cortadora de césped...
-¡Caramba, pero qué bien se te escucha!!

Y es que comparado con la tenaz viveza criolla cualquiera es un pringao. Para los que aun no lo sepan la viveza criolla (hablé una vez en otra ocasion de ella), es la irrefrenable capacidad de una parte de los argentinos para sacar ventaja inmediata de cualquier ocasión con el fin de ganar dinero trabajando poco, que por añadidura siempre acaba siendo poco ético pues va acompañado de una estafa, engaño o robo y lo mas flipante, excesiva comprensión social.
Para describirlo nada mejor como lo que paso un día charlando con un amigo, salió la palabra "curro" en la conversación y yo dije, en España significa trabajar, mi amigo porteño, sin pestañear dijo un serio "Acá también". Los lectores argentinos lo habrán pillado al vuelo pues en realidad un "curro" aquí es un negociete destinado al afane. Tan simple e ilustrativo como ocurrente el matiz.
Después de vivir aquí todo este tiempo entiendes risueño que piensen así de los gallegos, hay que reconocer que somos mas lentos, tercos, inexpresivos, secos, callados y puede que hasta, si me apuran, menos astutos. Sin embargo, cuando paso delante de uno de los Zara que hay en la capital pienso que es el gallego universal que les vende ropa, cara pero bien cosida, eso sí. Si añadimos BBVA, Telefónica, Santander, Movistar, Sol Meliá, Mapfre, Prosegur, etc., entonces esta mucho dicho en solo 20 años de la España europea.

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19 agosto 2007

Los vinos argentinos

Una de las imágenes mas sugerentes y al tiempo frustrante es la sección de vinos de los supermercados argentinos. ¿Tantos?, sí. Es bastante increíble poderse entretener en los innumerables estantes llenos de botellas cuidadosamente colocadas y etiquetadas con envidiable gusto. Todos apetecen ser probados y la paciente tarea de buscar el de referencia para consumo diario dio por fin su resultado hace ya uno dos años.

Estábamos una noche en el Hermann, en Gurruchaga y Santa Fe. Un inciso: En ese restaurante hay un camarero que llegó a Argentina justo el año que yo nací, tenia el 18 años y era 1962, es de esos gallegos que hacen honor al apodo. La rocambolesca paradoja es que muchos nietos de esos españoles hacen lo mismo en Palma en otros restaurantes. Se repite la historia equilibrándose como puede.

Pues ese día estábamos con unos unos queridísimos amigos (un sevillano, una argentina y el padre de ella) y les contaba que no sabia que vino comprar para cada día, todos me cansaban o eran demasiado caros. El padre me hablo del Malbec de las bodegas Trapiche, que además valía entre 8 y 10 pesos ( unos 2 euros, ahora). Le dije entre risas: Me acabas de ahorrar mucha plata al mes! y desde entonces es compañero inseparable de la cocina nuestra que se sigue haciendo en casa, tumbet incluido. Es un malbec de los baratos, pedirlo en el restaurante puede ser hasta dar pudor pero aseguro que es un vino que no te traiciona, es intenso, potente y sabe bien a vino sin falsos disfraces.

El Malbec es una variedad de uva famosa en Argentina pues parece ser que aquí es donde alcanza su esplendor, en las altas latitudes del Cuyo en Mendoza y otros lugares. Muchos de los malbecs pulcramente etiquetados y valorados en las cartas de vinos no soportan una cena a dos pues cansan dejándote un pésimo regusto. Claro que quizás algún purista dirá que esa nos forma de valorar un vino, yo le diré que es la única que se me ocurre. Hay malbecs caros y tan buenos que da pena observarlos junto a su precio en los restaurantes. Una vez probamos un Achaval Ferrer Malbec, no se de que año que confirmó aquello de que lo caro casi siempre es lo bueno. Un caro espectáculo de 150 pesos la botella en el restaurante.

Hay en Argentina unas 1200 bodegas que crean unas 5.000 marcas. Algunas exportan masivamente y otras son pequeñas bodegas con baja producción de calidad. Todas al amparo de un furor medio moda medio verdad aquí, que apoya sólidamente al sector por su empuje. Hay bodegas con posada incluidas pues se organizan rutas turísticas por las bodegas que han hecho famoso el vino argentino, que hay que saber pedir pues se pide primero la bodega y luego la variedad y año: Malbec, Cabernet, Merlot, Syrah, Pinot Noir, Chardonnay, Sauvignon Blanc, etc.. Son muy pocas las que incluyen variedades mezcladas como en España. Entre las raras variedades hay una que se cultiva en Cafayate, provincia de Salta. Es el Torrontés, un blanco aromático buenísimo que me recuerda al Albariño.

En el 2006, las ventas al exterior llegaron a los 500 millones de dólares, las cuales serían revalidadas este año, con exportaciones por 620 millones de dólares. Las hectareas cultivadas de vid en toda Argentina son ahora unas 215.000.

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12 agosto 2007

Cuatro años


Hoy, doce de Agosto, se cumplen cuatro años. Salíamos de Palma con las maletas en un planificado exilio mitad huida, mitad búsqueda. La primera, con solo aterrizar a diez mil kilómetros en el hemisferio opuesto, se veía más que cumplida pues es muy lejos, el destino de la búsqueda fue apareciendo al principio en arrebatos de intuición ya en Mallorca y al llegar, con el lento pasar de los días salía a flote en cada detalle y matiz de las vivencias cotidianas.

La sensación de lejanía y cercanía se entremezclan extrañamente. Por un lado estamos mas lejos que la China pero por otro las gentes, el ancestro cultural y el idioma te acercan tanto que te hacen olvidar los kilómetros y las dieciocho horas que separan la puerta de nuestro piso de las puertas de Palma. Se percibe así.

Pasamos de la inmersión lingüística mallorquina a tratar de comprender el viejo y nuevo idioma a la vez. Ese ha sido el mas largo de los viajes pues aunque respondíamos que la adaptación había sido inmediata, sólo el nuevo idioma nos impedía disfrutar de la comunicación y sentirnos culturalmente en equilibrio. La natural y espontánea calidez humana que recibe un español es insólita y si esos mallorquines además han elegido su tierra la amabilidad se torna increíble, sobretodo al principio. La pena es que con el paso del tiempo se va diluyendo la vieja referencia y lo poco que queda es la vergüenza al pensar en el inverso trato que recibe generalmente un latinoamericano en nuestras islas.

Como decía, aquel trece de Agosto e 2003, al llegar al aeropuerto de Buenos Aires, nos esperaba una habitación triple de hotel y la ansiosas esperanzas en manos de la otra familia, la de aquí. Nos esperaban todos en una popular parrilla que por azares de la vida se encuentra a solo unos metros de nuestra actual vivienda (Buenos Aires es testigo de muchas y extrañas coincidencias). Se nos desveló que se puede vivir sin coche, sin dvd y lo mas raro, sin el mar cerca.

Decía un escritor que uno no es de una ciudad hasta que no se ha aburrido soberanamente en ella. Buenos Aires será difícil que sea esa ciudad, parece entreverse que no seremos nunca de la ciudad, es obvio, sin embargo hay a veces algunos días de verano húmedo donde se mezcla el lejano y sutil olor a carne asada con el vapor del pavimento recalentado y es en esos precisos instantes cuando aciertas a oler tu vida aquí sin desear nada mas y sintiendo tuyas estas calles.

Agrego que se han forjado tantas e intensas amistades en este tiempo que parece incomprensible. Argentinos de aquí, argentinos que viven allí, españoles y extranjeros de visita por el lejano sur que no me hacen dudar ni un momento en mi decisión de nombrarlos en una suerte de emocionada dedicatoria. Pero son muchos.

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05 agosto 2007

El Gauchito Gil y la Difunta Correa

Se repiten constantemente en lugares escogidos, generalmente en la vereda de las carreteras. Uno de ellos, al comienzo es una mancha de color rojo y a medida que te acercas se van perfilando las formas. Pasas tan rápido que no te da tiempo a ver que es, sólo se ven unos trapos colgando de cañas, banderas improvisadas todas del mismo color rojo. A veces he llegado a ver objetos colorados como botellas de coca-cola y en el centro una estatuilla del venerado gaucho con su atuendo típico: botas, pantalones abombados, cuchillo, pañuelo y sombrero. Preguntas y te dicen que es lo del Gauchito Gil, un santo profano. Si tocas la bocina al pasar con el coche te desea un buen viaje.

A finales del S. XIX ,El Gauchito Gil fue un buen hombre que antes de ver a sus hermanos en guerra desertó y antes de ser degollado boca abajo invocó la curación del hijo del que ordeno su muerte, de forma milagrosa. No se si el color rojo es por la sangre derramada o por el color de uno de los bandos en liza, el colorado.

En el santoral no profano se encuentran la Virgen de Lujan y San Cayetano, se repiten con mucha mayor profusión, es imposible pasar un día sin ver alguna de esas imágenes en un taxi, autobús o en cualquier otro lado. Son en este caso adoraciones legitimadas por la iglesia. En Buenos Aires hay muchos lugares donde se venden miniaturas, objetos y recordatorios religiosos, son las santerías. El gran respeto y religiosidad argentinos se observan viendo la cantidad de gente que va a las iglesias, las peregrinaciones y demás sagradas festividades. La mas chocante de las costumbres es la de ver como mucha gente de santigua al pasar por delante de las iglesias, vaya caminando o en autobús. Cualquier ciudad española es un reto para un argentino reverente y emigrante. Si uno cuenta la cantidad de templos que hay, ya puede hacer las cuentas; se pasaría el día santiguándose. Nuestra cuñada argentina hace tiempo que desistió después de vivir muchos años en la Calle San Miguel.

La Difunta Correa es el otro personaje adorado por el pueblo, en este caso los improvisados santuarios se reparten a lo largo del país aunque es en la provincia de San Juan donde esta lugar de peregrinaje, en el pueblo de Vallecito.

Son montones de botellas llenas de agua apiladas alrededor de la imagen de una mujer muerta con un bebe alimentándose de la leche materna. La historia proviene del trágico final de una mujer obligada a ser concubina de un comisario que envió a la fuerza al ejercito al amado esposo. Es un canto al amor conyugal y materno sin limites pues ella murió de sed en la huida en busca de su marido mientras el bebe que llevaba en brazos sobrevivió mamando el cuerpo inerte. A partir de ahí la historia se llena de misterio y milagros que hace 150 años corrieron por toda Latinoamérica.

De hecho, observar estos pequeños homenajes por los caminos le ubica a uno perfectamente de en qué continente se encuentra.

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