El otro Buenos Aires
Se dice por aquí que se esta saliendo del infierno tras la arrasadora crisis de hace cuatro años, sin embargo algo parecido al infierno se ve cada día. Por un lado, los periódicos publican día si, día no, alguna cifra macroeconómica que muestra el desconcertante crecimiento económico del país, pero no hay vecino que pueda evitar pensar, aunque sea por un momento, en la terrible desigualdad social que golpea la dignidad del país a cada paso, por las calles y transportes públicos de la ciudad.
Como casi cada día en el metro volvi a ser testigo por enesima vez del cotidiano e implacable golpe con la pura realidad de miles de argentinos: la pobreza. Allí, en el vagón, un hombre coloca en los muslos de los que están sentados su mercancia, un puzzle de 36 piezas por un peso, en la siguiente estación entra una niña de nueve años tocando el acordeón, después un hombre sin una pierna vende tijeras a dos pesos y por ultimo otro señor reparte un mapa del metro con calendario y con un sello estampado. Al cabo de un rato van recogiendo su objeto, siempre hay alguien que lo compra. En los trenes de cercanías y autobuses de línea pasa lo mismo.
Guitarra en mano, agarrados a la barra como pueden pues es muy difícil mantener el equilibrio en un autobús porteño, he oído canciones de Sabina (un ídolo más aquí), canciones populares, tangos y música andina. Siempre hay alguien que aplaude. También he visto como ofrecían pañuelos, lápices y bolis, alfajores, barritas de cereales, calcomanías, perchas, sacacorchos, mapas y muchas mas cosas. En cada manzana hay siempre algun vendedor ambulante que vende algo: flores, ropa interior, fundas para móviles, plumeros, trapos de cocina, fruta y verdura, café con leche, artesanías de toda clase, juguetitos, enchufes, etc...
Al caer la tarde un tren especial trae a la ciudad hombres, mujeres y niños arrastrando grandes carros. Se dedican a abrir las bolsas de basura y llevarse el cartón y otros envases que luego venden en un negocio muy establecido. Son los cartoneros o cirujas.
Se habla de como solucionarlo y es difícil pues aun existe cierta comprensión por los marginados de la recuperación. Surgieron a partir del colapso económico que comenzó una Navidad, cuando la gente bajaba comida a la calle y colas de gente desesperada pedían ayuda y no sabía a quien hacerlo.
El contraste con el "otro" Buenos Aires es siempre excesivo.
Como casi cada día en el metro volvi a ser testigo por enesima vez del cotidiano e implacable golpe con la pura realidad de miles de argentinos: la pobreza. Allí, en el vagón, un hombre coloca en los muslos de los que están sentados su mercancia, un puzzle de 36 piezas por un peso, en la siguiente estación entra una niña de nueve años tocando el acordeón, después un hombre sin una pierna vende tijeras a dos pesos y por ultimo otro señor reparte un mapa del metro con calendario y con un sello estampado. Al cabo de un rato van recogiendo su objeto, siempre hay alguien que lo compra. En los trenes de cercanías y autobuses de línea pasa lo mismo.
Guitarra en mano, agarrados a la barra como pueden pues es muy difícil mantener el equilibrio en un autobús porteño, he oído canciones de Sabina (un ídolo más aquí), canciones populares, tangos y música andina. Siempre hay alguien que aplaude. También he visto como ofrecían pañuelos, lápices y bolis, alfajores, barritas de cereales, calcomanías, perchas, sacacorchos, mapas y muchas mas cosas. En cada manzana hay siempre algun vendedor ambulante que vende algo: flores, ropa interior, fundas para móviles, plumeros, trapos de cocina, fruta y verdura, café con leche, artesanías de toda clase, juguetitos, enchufes, etc...
Al caer la tarde un tren especial trae a la ciudad hombres, mujeres y niños arrastrando grandes carros. Se dedican a abrir las bolsas de basura y llevarse el cartón y otros envases que luego venden en un negocio muy establecido. Son los cartoneros o cirujas.
Se habla de como solucionarlo y es difícil pues aun existe cierta comprensión por los marginados de la recuperación. Surgieron a partir del colapso económico que comenzó una Navidad, cuando la gente bajaba comida a la calle y colas de gente desesperada pedían ayuda y no sabía a quien hacerlo.
El contraste con el "otro" Buenos Aires es siempre excesivo.
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