25 febrero 2007

Ezeiza


Al llegar al aeropuerto de Ezeiza uno se da cuenta al salir de la aduana que esta en un país mas desorganizado. Una multitud espera en un mismo vestíbulo a los recién llegados, entre ellos los remiseros (chóferes con coche) y taxistas, que sostienen letreritos con nombres en todos los idiomas y caligrafías, familiares efusivos aguardan a veces con pancartas a sus queridos emigrantes del primer mundo.

Esa, es la mejor manera de llegar a Argentina, que alguien te espere con cartelito. Cada vez que nos acercamos a buscar a alguien el espectáculo se repite sin cesar, tipos con voz como de ultratumba ofreciendo un "remis". Creen ingenuamente que todo el mundo sabe lo que significa y no es así, es una palabra local.

Afuera es peor, nadie organiza los taxis que son de dos tipos, los del municipio y los de capital, en teoría los de la capital no pueden recoger un pasajero sin haber dejado otros, es decir no pueden venir aposta al aeropuerto. Los de Ezeiza son blancos y nadie lo sabe ni lo indica de manera fiable, y cerca siempre un miembro de la policía federal argentina mirando el dislate. En realidad es un caos imposible de entender y creo que lo conservan con mimo y potencian pues es ahí en el río revuelto donde la pesca es mas abundante. La primera impresión para el turista es la de haber llegado por fin al tercer mundo, en la acepción argentina del término que no es lo mismo. Interesante es que aquí fue donde por primera vez escuchamos hablar del primero, ese en el que esta sumergido nuestro país.

En fin, que mandar un remis y que el chofer espere con letrerito durante una hora a que llegue el vuelo, ayudar con las maletas y ofrecerle el primer chorro de locuacidad, cultura popular y amabilidad porteña no debería costar mas, ahora en Febrero del 2007, que unos 60 pesos, unos 15 euros. El que pago mucho mas fue un pescado de ese río del que hablaba.

Que a nadie se le ocurra cambiar mas de 20 euros en el chiringuito de cambio que hay muy a la vista. Esa es otra imagen pésima del país para el turista o un aviso sutil del cuidado que hay que tener a partir de ese momento con el dinero sobre todo en los taxis (demasiada gente nos cuenta historias de billetes falsos y sobreprecios). Ahora bien, la historia de tener que pagar medio peso por usar el carrito de las maletas le gana por sorprendente. Para el cambio lo ideal es la sucursal del Banco Nación que hay ahí cerca dentro del mismo aeropuerto, o esperar a llegar a algún banco cuyo horario es de diez a quince horas de lunes a viernes. No hay tiempo de hacerlo a la llegada por las prisas y el aturdimiento del largo viaje pero si a la vuelta, y es que el aeropuerto de Ezeiza es cómodo, bonito y atractivo si lo comparamos con el de Palma y con el de Barajas.

Una vez en ruta, el paisaje visible por la autopista esta relativamente cuidado, con el césped recién cortado adornando las cunetas. Hay que decir que es porque por ahí pasa medio mundo extranjero y al argentino le encanta darle brillo a la superficie, cuando uno se adentra mas allá de los márgenes de las autopistas se esconde la otra realidad bonaerense de calles de polvo, precariedad, suciedad y lo peor, la miseria imposible de tapar pues una vez de visita en la capital, se la ve por casi todas las esquinas. La conversación agradable con el remisero es una de las mejores maneras de entrar en la capital de Argentina.

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11 febrero 2007

Península Valdés


Hace mas de dos años fui generosamente invitado a pasar tres días en uno de los parajes argentinos mas silvestres. De noche desde el pequeño hotel bajo un faro se escuchaban los bramidos de los elefantes marinos y el sonido del mar. Es un lugar sin árboles pero con muchos animales, es la patagonia oceánica fría y ventosa donde en un momento del ciclo reproductivo aparecen en sus costas cientos de esos imponentes mamíferos para parir y aparearse durante meses. Estuve unas dos horas solo con la cámara y cientos de animales vigilantes con su mirada sin saber que posaban.

Ya solo eso merece el viaje, sin embargo la atracción mas espectacular es ver saltar a las ballenas australes en la bahía. Se refugian allí desde comienzos de agosto aunque el mejor momento es a principios de octubre pues puede llegar a haber mil ballenas amamantando a sus crías. En esas calmadas aguas la leche grasosa es mas fácil de ingerir por las crías, de todos modos la visita anual de las ballenas esta llena de misterios.

Para verlo bien hay que ir en la lancha neumática grande en lugar del barco común, es mas caro, claro pero después de haber cruzado un océano apretado en un avión, merece la pena. Los guías de la zona son gente muy preparada y amable que tratan al turista tan bien, que le hacen olvidar que lo es. Nos saben que en otras partes el turista es maltratado y espero que no lo descubran nunca pues es uno de los encantos de viajar por Argentina. Al menos compensa los abusos de muchos hoteleros. Nada es perfecto.

En la península, hay otra sorpresa y es observar de camino a Punta Tombo, liebres enormes, ñandúes, guanacos, etc...Y además las famosas ovejas de la patagonia. Me contó mi tío que en una época, de la lana de una estancia, vivían seis familias mallorquinas. Cientos de miles de cabezas de un solo estanciero, miles y miles de hectáreas de un solo estanciero y al final en la costa, casi pegados, los pingüinos empollando sus huevos en pequeñas cuevas excavadas en el suelo. Ovejas y pingüinos demasiado cerca para un mallorquín, que el único animal que ha visto cerca de unas ovejas es un perro negro. Pintoresco.

Todo esto se encuentra en la provincia de Chubut, una de las cinco provincias que comprenden la patagonia argentina donde el encanto real en la inmensidad interminable paisajes suaves y ocres, la densidad de población casi nula y la idealización del mito de lo muy lejano e incógnito. Dicen que cruzar la Patagonia en coche es toda una experiencia, las carreteras son tan rectas en un paisaje homogéneo e idéntico durante tanto tiempo que se crea la sensación de no estar yendo a ningún lado, como los que corren en el gimnasio sobre esas cintas. Estar sin ir en una tierra infinita y al final, los Andes.

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04 febrero 2007

Atrapados en Buenos Aires


Hace unos días estábamos tranquilamente viendo el canal (á). Un periodista español, hablaba sin cesar tumbado en el césped que hay bajo el maravilloso edificio de la Biblioteca Nacional, la misma donde Borges trabajo durante años, contaba una tras otra las razones que le empujan a Buenos Aires donde encuentra su refugio largas temporadas. Nos sorprendió verle, pues lo conocimos una noche que fuimos a cenar con la propietaria de nuestro piso y una amiga suya que a su vez es la suegra del columnista. En la entrevista no paraba de dar explicaciones y con otras palabras, fluían nuestros pensamientos, las mismas ideas y expresiones que usamos nosotros para hablar de Buenos Aires y porqué es la ultima ciudad europea que queda en el mundo, el único lugar realmente occidental culturalmente hablando que esta algo resguardado de la horda globalizadora y europea que arrasa España. La latinidad resguardada del frío.

Las verdaderas razones de la deslumbrante Buenos Aires que espabilan las cabezas empanadas de algunos turistas españoles, podrían ser estas: cómo tan lejos, pero muy lejos, puede existir una ciudad bonita y diferente a la vez llena de gente como ellos, blancos y europeos de aspecto. Luego viene la febril vida en la calle pues la gente parece que solo esta en sus casas cuando no les queda mas remedio, es decir, dormir, desayunar..., después vienen los teatros, hay tantos y es de tal calidad que abruma, los museos y conferencias abarrotadas, además vienen los hermosos y agradables restaurantes donde comer bien, por supuesto la extraordinaria amabilidad de los porteños, sobre todo comparada con la atención recibida en los comercios de Palma, el mallorquín no puede creer que derrochen ese bien preciado que es la sonrisa y palabra calida, algo que necesita el cliente y mas si es un turista en tierra extraña.

También hay gente, y me incluyo de momento, que respira tranquilo al observar el caos, anarquia, suciedad, desorden y ruido propios de una urbe gigante como esta. Un lugar donde se respira la vida misma en estado bruto y puro, sin pulir. Barrios elegantes solo a metros de una villa miseria, niños pidiendo una moneda a la salida del teatro o supermercado, dos mundos o más en uno solo, en Buenos Aires. Todo entremezclado.

Si a lo dicho añadimos buena parte de la arquitectura congelada en el tiempo, la decadencia, el idioma, el recuerdo de la España de hace veinte años o menos, la informalidad en vez de normativas y reglamentos, que casi todo es bastante mas barato, la sensación de libertad de estar muy lejos pero un poco como en casa, las ganas de divertirse que tienen los lugareños y un sinfín de cosas buenas y muy malas, hacen de esta ciudad ahora mismo un lugar único en el mundo que atrapa hasta el mas pintado, sea de Toronto o de Palma.

Kevin Johansen, un cantante norteamericano-porteño canta que todos los que están se quieren ir y todos los que vienen se quieren quedar. Con sus abusos y excesos la ciudad ha sido alabada por mallorquines en visitas recientes. No tiene playas ni montañas cerca y es que no se necesitan si el que vive Buenos Aires alcanza a intuir que es un universo aparte que, ni siquiera es Argentina.

El columnista del que hablaba, acabo con una idea inmejorable que resume mis intentos de explicar como vemos a España desde el balcón, "narcotizada de bienestar". Cuando allí se piden préstamos para home theaters y viajes aquí se vive mas bien al contado, cuando hay.

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