29 octubre 2006

Una tarde de Palermo


La tarde del sábado pasado no fue como las otras. No tiene por que ser propia de Buenos Aires pero uno se la apropia como única y local, algo en cierto modo muy porteño. En la esquina de las calles Thames y El Salvador en el estimadísimo barrio de Palermo Viejo, el barrio de Borges, hay tres locales muy queridos: una bonita librería con un agradable café al fondo, una tienda de originales muñecas de trapo y un sitio donde un amigo vende esculturas hechas con cosas que encuentra por ahí y otros objetos viejos y curiosos. A su vez es el marido de la arquitecta de la librería y amigo de la chica de las muñecas.

Pasamos la tarde charlando agradablemente en la acera en el primer día de calor de esta maravillosa primavera que comienza. La encargada de la tienda de muñecas, la otra encargada de la boutique de al lado, el amigo ese que vende cosas raras, mi mujer, la niña y yo. Pasaban las horas. Cuando entraba alguien en las tiendas, ellos entraban a ver. De pronto, la chica de la tienda de muñecas salio emocionada, un tipo había pedido un encargo especial, quería un muñeco de trapo relleno de goma espuma y de su mismo tamaño para enviar a su novia y así se pudiese abrazar en las solitarias noches de espera pues vive en otro país. así fue, aceptaron el pedido después de llamar a la dueña.

Entre mate y mate, mas tarde, se acercó el hijo del vecino, un niño de catorce años aprendiz de mago y sushi-man. Se sentó a practicar con nuestra alucinada hija unos increibles trucos de magia. Parecía por su aspecto sacado de una historieta de Mafalda y además vive en la casa que será la futura casa-museo de Ernesto Sábato. Muy argentino todo.

Nuestra hija luego se sentó en la tienda de los objetos encontrados a hacer de dependienta, entraban clientes y ella salía a pedir ayuda pues no sabia los precios. Cuando no, pintaba los muñecos del estante: un señor de madera, una miniatura de violonchelo, etc...

Pasear por ese barrio es siempre interesante pues los fines de semana lindos se llena de gente curioseando gente, tiendas de ropa y diseño caras y baratas, aceras tapizadas con mantas donde venden artesanos de toda clase, muchos negocios curiosos y restaurantes de todo tipo. Un barrio que era para vivir y ahora se transforma en un grande pero suave mercado que han bautizado como Palermo SoHo, por la similitud al de Nueva York.

Al anochecer, unas mollejas, un matambrito y una tira de asado en una suculenta parrilla en una esquina de por ahí. No podia ser de otra manera.

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1 comentarios:

Blogger imma rabasco ha dicho...

cómo me he sentado allá en la terracita con vosotros!!! desafiando espacio-tiempo, recorriendo túneles temporales!!!! jajja.... pero ahí...disfrutando de todo lo que hacéis vosotros disfrutable con tanta naturalidad....

3/7/10 19:54  

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