Tango
"Con un café con leche y una ensaimada
rematas esa noche de bacanal
y al volver a tu casa, de madrugada,
decís: "Yo soy un rana fenomenal"...
El tango se titula "Garufa", nació en Montevideo y es una de los más populares, es de los maestros Collazo, Soliño y Fontaina. La habíamos escuchado antes de llegar por primera vez a Argentina pero es aquí donde cobra una extraña dimensión pues nadie se imagina tan lejos de Mallorca a una ensaimada protagonista de una noche como esa, allá por los años 20. Y lo que es más increíble, hay argentinos que creen que el dulce mallorquín es otro invento argentino más.
Apasionados del tango de todo el mundo se acercan a Buenos Aires con la esperanza de aprender los primeros pasos o poder ver el mejor espectáculo -no-para-turistas-, pero donde realmente se huele de verdad la mas honda esencia del tango es en las milongas, lugares donde la gente común del barrio va a bailar y aprender. Con orquesta en vivo, aprendices, profesores y gente de todas las edades se juntan al son de 2x4 y dan salida a una emoción muy difícil de transmitir. La música de tango es ya demasiado intensa y elocuente.
El alma es el bandoneón y es el sonido de Argentina en el planeta. Se puede decir que es el otro himno nacional. Es un baile que llegó a estar prohibido y mal visto, repleto de amorales aventuras y de palabras de lunfardo (jerga del lugar) que sólo un argentino porteño puede descifrar. Son palabras y músicas nacidas bajo el brillo de las navajas, la melancolia, la infidelidad y el alcohol.
Una tarde escuchaba la radio mientras trabajaba, sonaba un tango y fue en aquel momento preciso cuando me encontraba oyendo el agudo y penetrante sonido del bandoneón que se mezclaba con el paso de las sirenas de policías y ambulancias cuando percibí, con escalofriante claridad, la poesía de vivir en Buenos Aires, donde lo peor y lo mejor de la vida se alternan constantemente en un acoso sin límites pero, sin embargo, es ese fluir incansable de contradicciones lo que convierte la experiencia de vivir aquí en fascinante para el foráneo.
En frente de casa hay una pastelería donde venden ensaimadas y el dueño, hijo de españoles, ya me ha advertido que no es lo mismo.
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