26 septiembre 2006

El paseador de perros


Me han contado que empieza a usarse por Palma. La estampa es insólita para el turista. El que ha ido a Nueva York lo ha visto y recuerda que pensó: Que buena idea! y como Argentina es el país de las ideas no podía ser menos. Eso si, con desmesura, al menos es lo piensa el recién llegado, cuando ve a una persona caminar tan tranquilo con una docena o más de perros de pura raza llevados por la correa del paseador. Es una estampa típica mas de Buenos Aires.

Todos manteniendo el mismo ritmo sin problemas, parándose al llegar al paso cebra y también cuando solo uno de ellos hace sus necesidades. Uno se pregunta de inmediato cómo lo harán para llevarlos tan controlados; es el instinto de manada el que convierte la tarea en sencilla pues es menos problemático llevar tres que doce.
Solo necesitan un perro que les guie, que haga de jefe y la moderación del paseador. El grupo de canes siempre acaba designando un líder. Solo hay que llevar cuidado de no quedarse enredado entre tanta correa.

Todo empieza pronto por la mañana cuando el paseador va tocando a las puertas de los dueños que se los bajan. Cuando están todos se los llevan al parque para que campen a sus anchas pero allí es donde hay problemas pues aunque tienen zonas habilitadas y el reglamento les obliga, los animales van dejando sus defecciones por el verde césped, el mismo que usa la gente para tomar el sol ahora que llega la ansiada primavera. El reglamento exige mas medidas pero da igual pues quién le va a impedir su trabajo, nadie. La policía es un adorno mas de Buenos Aires cuando se trata de contravenir la cívica convivencia entre ciudadanos.

Horacio, el paseador de la foto, me dijo ayer que ya tiene cuarenta perros a su cargo y que además tiene una página web, hace dos años me comentó que se sacaba en los buenos barrios unos cien pesos por perro al mes. Ahora debe haber subido un tanto y desde luego no es mal negocio. Se necesita entenderse bien con los animales, un recinto donde poder soltarlos e imagino que una arreglito con el policía de la zona. Conlleva una gran responsabilidad proteger al animal de otros perros y peligros y eso se paga.

Una vez me contó que hubo una pelea de perros infernal donde los perros de diferentes paseadores se enzarzaron en una batalla campal, decenas de perros de todas clases en una montaña de pelo y patas. Solo hay una manera de pararlo: uno a uno agarrados por el cuello iban lanzándolos lejos del montón hasta llegar al centro. Al final solo sangre, polvo y aullidos.

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10 septiembre 2006

Comer II

De las parrillas es destacable lo mucho que tienta. Los olores a carne humeante son un signo más de la ciudad e invitan a entrar y además de ser garantía de disfrute pleno, pues es un abundante manjar. Si se aprende a pedir, por lo que dan a dos comen tres y no es caro, se disfrutan más en los locales mas populares. Rematar el banquete con un panqueque relleno de dulce de leche o de manzana es la gran final.

Ahora ya no nos extraña ver porque anuncian constantemente por la tele antiácidos y otros digestivos. Es lo malo, uno no puede comer siempre eso pues no lo aguanta tu salud y es una pena.

Por fortuna están las pastas que son casi siempre caseras. En un bodegón típico de barrio una señora fabrica la masa en una mesa al lado de los comensales. Raviolis rellenos de ricota (requesón), sorrentinos de espinaca, fetuccinis con distintas salsas de tomate, con boloñesa, con bechamel, etc.... Al probar la pasta en Buenos Aires ocurre como con las pizzas, un salto enorme darse cuenta de que es otro mundo de sabores y texturas. Hasta hay pizzas hechas a la parrilla de leña.

Si acabamos en los postres puedo afirmar sin exagerar que hay casi una heladería en cada esquina pues es toda una pasión. Helados muy cremosos y abundantes a precios sorprendentemente altos pues vale lo mismo un kilo del mejor solomillo de ternera que un kilo de helado. Aún nadie ha conseguido explicarme el motivo de tamaña desproporción.

Pero como un español no puede comer solo de carne asada, pasta, pizza y helados, tiene que emprender la búsqueda hacia lo diferente en la aquí, cursimente llamada, cocina de autor o también lanzarse al paraiso del sushi pues hay muchos locales para elegir o también descubrir buenas cocinas de otros países como la peruana, mejicana y española mas clásica. Todos suman una interminable lista de restaurantes que apetecen y otros muchos que están esperando.

En la cocina de autor se destacan las impresionantes carnes a la parrilla con finas y atrevidas guarniciones, fusiones y presentaciones creativas, descubrir que la patata argentina es un manjar, excelentes woks de verduras, ensaladas gigantes, buena comida árabe, y entre otras cosas la espectacular bondiola de cerdo, que cuando esta bien hecha supera a la vaca. Casi siempre con ingredientes frescos y de calidad. La carta de postres es siempre perfecta pues siempre apetece algo que no decepciona.

Aunque queda mucho que contar se puede decir que cuesta acordarse de platos que dejaran un recuerdo inolvidable aunque los hay, pero también es difícil recordar donde se come mal como para no volver.

Ahora nos queda tratar de sorprender con un tumbet con lomo del rico cerdo argentino a un amigo que hace una semana nos deleitó en su casa con una exquisita cena. Creo que no será difícil.

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04 septiembre 2006

Comer I


Carne a la parrilla, pasta, pizza, empanadas, tortas y tartas.

Si uno es fanático de alguna de estas especialidades encuentra en Argentina un verdadero paraíso de variedad y calidad pero no conviene arriesgar el paladar tratando de encontrar la sutileza y matices de la muy variada y excelente gastronomía española. Como en España no se come y los argentinos que la han probado no lo olvidan.

Si uno llega pronto a esa conclusión y se dedica simplemente a degustar la oferta gastronómica de Buenos Aires se lleva muchas sorpresas. Las mas de las veces acompañadas de un servicio y amabilidad por sobre de la media, restaurantes originales, bonitos y acogedores en una desproporcionada abundancia, generosísimas raciones y un ambiente contagioso de restaurantes llenos hasta arriba.

Creo que el porteño es mas amante de reunirse para comer afuera que de esperar la perfección culinaria. Y eso es mas que suficiente si uno no es un talibán de la buena mesa y se conforma que le den bien o bastante bien de comer.

Si a lo anterior sumamos que hay mas de dos mil restaurantes en la capital, que los hay de todas clases, estilos y cocinas y que generalmente no defraudan, y que la gran calidad de la materia prima y el afán por superarse suplen con ímpetu las, a veces, monótonas cartas. Entonces creo que se puede afirmar que comer fuera en Buenos Aires es una experiencia muy entretenida e inagotable.

Luego, el turista se puede permitir el lujo de comer en las mejores mesas sin sacar del bolsillo mas de cuarenta euros como mucho por cabeza y con buen vino. En esos restaurantes sí se encuentra la alta cocina llevada por chefs extranjeros o formados afuera. En la televisión hay dos canales latinos donde solo cocinan y es una muestra de la pasión por todo lo que tenga que ver con las adoradas palabras gourmet y somelier. Tiendas de vinos se desparraman por los barrios pudientes y deslumbra observar la inquietante variedad de vinos argentinos.

Es la otra sorpresa pues no se parecen a los amados vinos españoles pero cuando uno descubre las claves del Malbec, que ha hecho famosos los vinos del país en el mundo, ya no lo puede olvidar.

Otro fenómeno interesante es la aparición en Internet de la guía Óleo (www.guiaoleo.com). Una sencilla y potente guía de restaurantes valorada y puntuada por la gente. Sin críticos especializados. Tiene ciertas incongruencias y por ello necesita de la experiencia para filtrarlas, sin embargo se ha convertido para bastante gente en la referencia para saber donde ir y que gastar.

En cualquier caso, cuando el estomago se vuelve nostálgico no tiene mas que recordar nombres como Bizkaia, Oviedo, Burzako o cualquier cantina gallega y dejarse llevar por generosas raciones de buen pescado.

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