El paseador de perros
Me han contado que empieza a usarse por Palma. La estampa es insólita para el turista. El que ha ido a Nueva York lo ha visto y recuerda que pensó: Que buena idea! y como Argentina es el país de las ideas no podía ser menos. Eso si, con desmesura, al menos es lo piensa el recién llegado, cuando ve a una persona caminar tan tranquilo con una docena o más de perros de pura raza llevados por la correa del paseador. Es una estampa típica mas de Buenos Aires.
Todos manteniendo el mismo ritmo sin problemas, parándose al llegar al paso cebra y también cuando solo uno de ellos hace sus necesidades. Uno se pregunta de inmediato cómo lo harán para llevarlos tan controlados; es el instinto de manada el que convierte la tarea en sencilla pues es menos problemático llevar tres que doce.
Solo necesitan un perro que les guie, que haga de jefe y la moderación del paseador. El grupo de canes siempre acaba designando un líder. Solo hay que llevar cuidado de no quedarse enredado entre tanta correa.
Todo empieza pronto por la mañana cuando el paseador va tocando a las puertas de los dueños que se los bajan. Cuando están todos se los llevan al parque para que campen a sus anchas pero allí es donde hay problemas pues aunque tienen zonas habilitadas y el reglamento les obliga, los animales van dejando sus defecciones por el verde césped, el mismo que usa la gente para tomar el sol ahora que llega la ansiada primavera. El reglamento exige mas medidas pero da igual pues quién le va a impedir su trabajo, nadie. La policía es un adorno mas de Buenos Aires cuando se trata de contravenir la cívica convivencia entre ciudadanos.
Horacio, el paseador de la foto, me dijo ayer que ya tiene cuarenta perros a su cargo y que además tiene una página web, hace dos años me comentó que se sacaba en los buenos barrios unos cien pesos por perro al mes. Ahora debe haber subido un tanto y desde luego no es mal negocio. Se necesita entenderse bien con los animales, un recinto donde poder soltarlos e imagino que una arreglito con el policía de la zona. Conlleva una gran responsabilidad proteger al animal de otros perros y peligros y eso se paga.
Una vez me contó que hubo una pelea de perros infernal donde los perros de diferentes paseadores se enzarzaron en una batalla campal, decenas de perros de todas clases en una montaña de pelo y patas. Solo hay una manera de pararlo: uno a uno agarrados por el cuello iban lanzándolos lejos del montón hasta llegar al centro. Al final solo sangre, polvo y aullidos.
Todos manteniendo el mismo ritmo sin problemas, parándose al llegar al paso cebra y también cuando solo uno de ellos hace sus necesidades. Uno se pregunta de inmediato cómo lo harán para llevarlos tan controlados; es el instinto de manada el que convierte la tarea en sencilla pues es menos problemático llevar tres que doce.
Solo necesitan un perro que les guie, que haga de jefe y la moderación del paseador. El grupo de canes siempre acaba designando un líder. Solo hay que llevar cuidado de no quedarse enredado entre tanta correa.
Todo empieza pronto por la mañana cuando el paseador va tocando a las puertas de los dueños que se los bajan. Cuando están todos se los llevan al parque para que campen a sus anchas pero allí es donde hay problemas pues aunque tienen zonas habilitadas y el reglamento les obliga, los animales van dejando sus defecciones por el verde césped, el mismo que usa la gente para tomar el sol ahora que llega la ansiada primavera. El reglamento exige mas medidas pero da igual pues quién le va a impedir su trabajo, nadie. La policía es un adorno mas de Buenos Aires cuando se trata de contravenir la cívica convivencia entre ciudadanos.
Horacio, el paseador de la foto, me dijo ayer que ya tiene cuarenta perros a su cargo y que además tiene una página web, hace dos años me comentó que se sacaba en los buenos barrios unos cien pesos por perro al mes. Ahora debe haber subido un tanto y desde luego no es mal negocio. Se necesita entenderse bien con los animales, un recinto donde poder soltarlos e imagino que una arreglito con el policía de la zona. Conlleva una gran responsabilidad proteger al animal de otros perros y peligros y eso se paga.
Una vez me contó que hubo una pelea de perros infernal donde los perros de diferentes paseadores se enzarzaron en una batalla campal, decenas de perros de todas clases en una montaña de pelo y patas. Solo hay una manera de pararlo: uno a uno agarrados por el cuello iban lanzándolos lejos del montón hasta llegar al centro. Al final solo sangre, polvo y aullidos.
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