04 marzo 2007

La estupidez

En el top cien de la estupidez humana se encuentra si lugar a dudas la manera que tienen los argentinos de afrontar un cruce sin semáforos cualquiera de la ciudad. No me acostumbro nunca a semejante acontecimiento como ya conté en otra ocasión. En lugar de acordar colectivamente que los que vienen por la derecha tienen prioridad de paso prefieren el riesgo, nervios, estrés y peligrosa incomodidad de esperar que al otro le funcionen los frenos y decida presionarlos justo a tiempo. No lo entiendo.

Pero, con permiso, y escrito solo de oídas está la pelotudez argentina mas facil, tópica y divertida de contar, viene de la mano de la mundialmente archifamosa viveza criolla que consiste cobrar de más algo, es decir, robar, sacar ventaja deshonesta o en el peor de los casos cobrar por algo inexistente, tambien suele estar aliñada con algunas faltas a la palabra dada. Todo para, si sale bien, llevarse calentitos unos pesos y hacerse a uno mismo un pésimo y lamentable marketing. Con lo buenos que son comunicando en todo el mundo, en eso fallan de manera incomprensible pues creo que una mínima honestidad trae mas plata a la larga. Sin embargo, seguro que debe haber muchos de ellos quejándose una y otra vez de la inseguridad ciudadana en sus elegantes barrios.

Esa deshonestidad con su propia sociedad, por parte de un fragmento de la comunidad, junto con la ausencia casi total de un mínimo espíritu colectivo o contrato moral por parte de la mayoría de los dirigentes políticos y parte de la ciudadanía, es la muy probable causa de tantos males. Lo realmente esperanzador es la arrolladora cantidad de buena gente, honesta y optimista que conocemos y que piensa lo mismo que apuntan estas líneas.

Es una peculiar manera de entender la propia libertad individual que solo se intuye o trasluce cuando vive uno una buena temporada aquí. Si en la antes, reserva espiritual de occidente se dice que la libertad de uno termina donde empieza la del otro, acá la libertad de uno termina cuando choca literalmente con la del otro, el ejemplo del cruce es inmejorable por simbólico. Esa colisión virtual es la que todo el mundo maneja con precisión y agilidad de cirujano. De hecho los coches no tienen marcas de roces en los parachoques, siempre hay alguien que frena o desvía a tiempo. En la vida cotidiana parece que también.

Se hace caso omiso de la norma pues esta en el alma argentina pasar de refilón y poner cara de que no se ha enterado, no lo sabia o ¿quien sos vos para impedir ejercer mi derecho a ser yo?. Es increíble la cantidad de letreros prohibiendo cosas que hay repartidos por todo sin que nadie haga ni caso, ni la policía.

Luego, para muchos Argentina no existe, es todo un entramado virtual de banderas y arengas, veinticuatro colores en el extremo sur de América. El escritor Marcos Aguinis decía que Argentina no es un país, es un lugar donde mucha gente diversa se aglutina, comporta y habla parecido.

Se canta el himno, si, pero a veces parecería que es un gran disimulo. Como el silbido del sueco que quiere no darse cuenta, una huida hacia adelante como son ya todas las huidas, pero ahora se trata de una colectividad de casi cuarenta millones de personas esperando aun que un Mesías abra las aguas. Este año hay elecciones.

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