Atrapados en Buenos Aires
Hace unos días estábamos tranquilamente viendo el canal (á). Un periodista español, hablaba sin cesar tumbado en el césped que hay bajo el maravilloso edificio de la Biblioteca Nacional, la misma donde Borges trabajo durante años, contaba una tras otra las razones que le empujan a Buenos Aires donde encuentra su refugio largas temporadas. Nos sorprendió verle, pues lo conocimos una noche que fuimos a cenar con la propietaria de nuestro piso y una amiga suya que a su vez es la suegra del columnista. En la entrevista no paraba de dar explicaciones y con otras palabras, fluían nuestros pensamientos, las mismas ideas y expresiones que usamos nosotros para hablar de Buenos Aires y porqué es la ultima ciudad europea que queda en el mundo, el único lugar realmente occidental culturalmente hablando que esta algo resguardado de la horda globalizadora y europea que arrasa España. La latinidad resguardada del frío.
Las verdaderas razones de la deslumbrante Buenos Aires que espabilan las cabezas empanadas de algunos turistas españoles, podrían ser estas: cómo tan lejos, pero muy lejos, puede existir una ciudad bonita y diferente a la vez llena de gente como ellos, blancos y europeos de aspecto. Luego viene la febril vida en la calle pues la gente parece que solo esta en sus casas cuando no les queda mas remedio, es decir, dormir, desayunar..., después vienen los teatros, hay tantos y es de tal calidad que abruma, los museos y conferencias abarrotadas, además vienen los hermosos y agradables restaurantes donde comer bien, por supuesto la extraordinaria amabilidad de los porteños, sobre todo comparada con la atención recibida en los comercios de Palma, el mallorquín no puede creer que derrochen ese bien preciado que es la sonrisa y palabra calida, algo que necesita el cliente y mas si es un turista en tierra extraña.
También hay gente, y me incluyo de momento, que respira tranquilo al observar el caos, anarquia, suciedad, desorden y ruido propios de una urbe gigante como esta. Un lugar donde se respira la vida misma en estado bruto y puro, sin pulir. Barrios elegantes solo a metros de una villa miseria, niños pidiendo una moneda a la salida del teatro o supermercado, dos mundos o más en uno solo, en Buenos Aires. Todo entremezclado.
Si a lo dicho añadimos buena parte de la arquitectura congelada en el tiempo, la decadencia, el idioma, el recuerdo de la España de hace veinte años o menos, la informalidad en vez de normativas y reglamentos, que casi todo es bastante mas barato, la sensación de libertad de estar muy lejos pero un poco como en casa, las ganas de divertirse que tienen los lugareños y un sinfín de cosas buenas y muy malas, hacen de esta ciudad ahora mismo un lugar único en el mundo que atrapa hasta el mas pintado, sea de Toronto o de Palma.
Kevin Johansen, un cantante norteamericano-porteño canta que todos los que están se quieren ir y todos los que vienen se quieren quedar. Con sus abusos y excesos la ciudad ha sido alabada por mallorquines en visitas recientes. No tiene playas ni montañas cerca y es que no se necesitan si el que vive Buenos Aires alcanza a intuir que es un universo aparte que, ni siquiera es Argentina.
El columnista del que hablaba, acabo con una idea inmejorable que resume mis intentos de explicar como vemos a España desde el balcón, "narcotizada de bienestar". Cuando allí se piden préstamos para home theaters y viajes aquí se vive mas bien al contado, cuando hay.
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