Playas de Rocha
Hay un lugar casi secreto del que ya hablé en Uruguay. Es en la costa, a mas de doscientos kilómetros de Montevideo hacia el este, camino de Brasil y cerca de La Pedrera, una localidad de veraneo de tamaño y estilo asequible al mallorquín exiliado. En ese lugar, en medio de la nada, en un vergel de pinos, matas gigantes y verdes intensos, entre el pasto y las vacas y el mar, hay una posada de ensueño de tres habitaciones que abre tres meses al año. Allí vive todo el año una muy querida y hospitalaria familia de escapados y aunque ese paraje es refugio de huidas para otros, de momento, para nosotros es el perfecto lugar que suple la Mallorca perdida, la de hace cuarenta años. Eso si, muy lejos.
Zambullirse en el Océano Atlántico por estos lares es una aventura peligrosa si la comparamos con las transparentes caricias de las olas en las calas de las islas. La fuerza de la resaca de las olas al despegarse de la arena es tan brava que casi te hace caer y se ven los berberechos esconderse en la arena.
Allí recordamos la vieja canción que canta "Al Uruguay, guay yo no voy, voy porque temo naufragar..." y entendimos el porque. Restos y leyendas de barcos encallados se desparraman en las costas del departamento de Rocha, donde los supervivientes de los naufragios llegaban a las pocas casas a pedir auxilio, otras veces, nos contaron, les hundían la cabeza en la orilla y se quedaban con las pertenencias. Piratas en tierra. En invierno desde La Pedrera a Cabo Polonio que son unos sesenta kilómetros viven todo el año unas cien personas.
Por primera vez fuimos a la gigantesca playa a poner las toallas cuando no hay absolutamente nadie y tiene algo de sobrecogedor y emocionante. Cuando me tiré por primera vez en el Océano Atlántico abierto me sorprendió que no estaba lo fría que suponíamos. Se puede gritar como un niño cuando te golpea la ola, nadie te oye.
El murmullo de las olas en la playa es mas bien un rugido grave e incesante día y noche. La primera mañana había tres lobos marinos muertos, una tortuga de mar enorme roída por las gaviotas y una cría de delfín. Los enterramos al cabo de unos días.
Las carreteras de la zona se pueblan de hippies genuinos pidiendo autostop con destino a Cabo Polonio, Punta del Diablo, Aguas Dulces,Valizas y otros lugares tan pintorescos y extraños que merecen el viaje. Seria como una inmensa Formentera anclada en el tiempo esta vez en versión oceánica y eterna.
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