Ezeiza
Al llegar al aeropuerto de Ezeiza uno se da cuenta al salir de la aduana que esta en un país mas desorganizado. Una multitud espera en un mismo vestíbulo a los recién llegados, entre ellos los remiseros (chóferes con coche) y taxistas, que sostienen letreritos con nombres en todos los idiomas y caligrafías, familiares efusivos aguardan a veces con pancartas a sus queridos emigrantes del primer mundo.
Esa, es la mejor manera de llegar a Argentina, que alguien te espere con cartelito. Cada vez que nos acercamos a buscar a alguien el espectáculo se repite sin cesar, tipos con voz como de ultratumba ofreciendo un "remis". Creen ingenuamente que todo el mundo sabe lo que significa y no es así, es una palabra local.
Afuera es peor, nadie organiza los taxis que son de dos tipos, los del municipio y los de capital, en teoría los de la capital no pueden recoger un pasajero sin haber dejado otros, es decir no pueden venir aposta al aeropuerto. Los de Ezeiza son blancos y nadie lo sabe ni lo indica de manera fiable, y cerca siempre un miembro de la policía federal argentina mirando el dislate. En realidad es un caos imposible de entender y creo que lo conservan con mimo y potencian pues es ahí en el río revuelto donde la pesca es mas abundante. La primera impresión para el turista es la de haber llegado por fin al tercer mundo, en la acepción argentina del término que no es lo mismo. Interesante es que aquí fue donde por primera vez escuchamos hablar del primero, ese en el que esta sumergido nuestro país.
En fin, que mandar un remis y que el chofer espere con letrerito durante una hora a que llegue el vuelo, ayudar con las maletas y ofrecerle el primer chorro de locuacidad, cultura popular y amabilidad porteña no debería costar mas, ahora en Febrero del 2007, que unos 60 pesos, unos 15 euros. El que pago mucho mas fue un pescado de ese río del que hablaba.
Que a nadie se le ocurra cambiar mas de 20 euros en el chiringuito de cambio que hay muy a la vista. Esa es otra imagen pésima del país para el turista o un aviso sutil del cuidado que hay que tener a partir de ese momento con el dinero sobre todo en los taxis (demasiada gente nos cuenta historias de billetes falsos y sobreprecios). Ahora bien, la historia de tener que pagar medio peso por usar el carrito de las maletas le gana por sorprendente. Para el cambio lo ideal es la sucursal del Banco Nación que hay ahí cerca dentro del mismo aeropuerto, o esperar a llegar a algún banco cuyo horario es de diez a quince horas de lunes a viernes. No hay tiempo de hacerlo a la llegada por las prisas y el aturdimiento del largo viaje pero si a la vuelta, y es que el aeropuerto de Ezeiza es cómodo, bonito y atractivo si lo comparamos con el de Palma y con el de Barajas.
Una vez en ruta, el paisaje visible por la autopista esta relativamente cuidado, con el césped recién cortado adornando las cunetas. Hay que decir que es porque por ahí pasa medio mundo extranjero y al argentino le encanta darle brillo a la superficie, cuando uno se adentra mas allá de los márgenes de las autopistas se esconde la otra realidad bonaerense de calles de polvo, precariedad, suciedad y lo peor, la miseria imposible de tapar pues una vez de visita en la capital, se la ve por casi todas las esquinas. La conversación agradable con el remisero es una de las mejores maneras de entrar en la capital de Argentina.
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