Nos espera...
Ahora vuelve la temporada. El nuevo año. Esa manera de partir la vida a pedazos que tienen por aquí juntando Navidades, verano y año al unísono. La gente se despereza de las vacaciones estivales y retornamos a la vorágine asequible para unos y el infierno de ruido de colectivos (buses) para otros. Con el calor aun sobre la metrópoli, suavemente la ciudad recuperará el ritmo cotidiano y nos volveremos a enfrentar con todo lo bueno y lo tremendo, lo mejorable y lo ideal de Buenos Aires.
Esperan horas gastadas en interminables viajes en el colectivo de turno de parte a parte de la urbe para muchos y momentos de pausa para otros. Yo explicaba el otro día que si se me hubiera ocurrido la estúpida idea de comprar un coche al llegar hace ya cuatro años y cinco meses, probablemente estaríamos de vuelta en Mallorca. Era entre risas pues no creo que fuese así pero habría perdido muchas miradas tras la ventanilla del taxi o del colectivo. Miradas atentas que yendo al volante se habrían convertido en ansiedad y perplejidad (pues eso es lo que aun provoca verles conducir). Y eso que me veo capaz de hacerlo sin embargo me habría perdido mucho por el camino y por eso sigo convencido de que lo mejor es alquilarlo cuando la distancia es larga.
Esto último, en realidad, es un guiño a los amigos porteños que me dicen que pare de nombrar los colectivos (mi particular obsesión) y por otro lado un humilde homenaje a José Tono Martínez, el autor de "La venganza del gallego"( libros del Zorzal, 2004 Buenos Aires), que en uno de los divertidos momentos del libro (retrato muy lucido de un español en Buenos Aires allá por fines de los 90) habla del oficio de ser porteño y de una de sus perversiones privadas, que era cruzar un paso de peatones justo cuando venían coches y observar las reacciones de los conductores. A eso no he llegado pero reconozco que es tentador.
Como decía, nos esperan también largas caminatas y paseos cruzando cuadras y cuadras (manzanas y manzanas). Cuando pienso que cada una son 100 metros y las comparo a Palma pienso que hemos cambiado las distancias nosotros solos con la inestimable ayuda de la inmensidad en altura y anchura. Me recuerda esto cómo vi Palma estas ultimas navidades; limpia, moderna, tranquila, mas cuidada y bonita pero al fin y al cabo, pequeña como una ciudad-maqueta.
Nos espera trabajo y obligaciones pero también por suerte los teatros, conciertos y los cines, los cafés y los restaurantes para las tardes y noches con amigos, estos últimos, el bien mas preciado de la ciudad. En palabras de Tono Martínez: "...los argentinos son capaces de amistad como nadie, capaces de entregarte su tiempo, su conversación, su comprensión como ningún otro pueblo que he conocido...".
También esperara la familia a que volvamos y les esperaremos pacientes a que se decidan a venir los que nunca lo hicieron.
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